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El futuro de los biosimilares se topa con la encrucijada del mercado

La disyuntiva está sobre la mesa.  Aunque más bien parece una felonía del destino. En España, durante los próximos cinco años se liberarán patentes de medicamentos biotecnológicos por valor de 1.150 millones de euros. Una cantidad atractiva para los laboratorios de genéricos pero que encierra en sí misma una barrera difícil de superar. Los costes de desarrollar la réplica de medicamento de este tipo, que sólo puede llegar a ser biosimilar respecto del original por su base biológica, son en ocasiones hasta cien veces superiores en comparación con lo que cuesta producir la copia de un fármaco de síntesis química.

La oportunidad, por lo tanto, está ahí pero la crisis económica golpea con fuerza y embarcarse en un proyecto de este tipo no resulta tan fácil. Y es que muchas de las empresas que a priori podrían estar interesadas en este ámbito se topan, como cabría esperar, con la falta de financiación necesaria. Pero el premio para los que decidan y puedan apostar fuerte por ese segmento parece garantizado atendiendo a tres razones de peso.

En primer lugar, porque a pesar de que desarrollar un fármaco biosimilar requiere una inversión media de 50 millones de euros, una cantidad muy baja en contraste con lo que cuesta crear un medicamento biotecnológico nuevo (alrededor de 400 millones de euros), estos productos abaratan el precio de venta del original en un 30 por ciento de media. Como referencia, en el caso de los genéricos tradicionales, la rebaja ronda habitualmente el 80 por ciento mientras que la inversión para su desarrollo apenas supera el millón de euros en la mayoría de los casos.

El segundo factor por el cual estos medicamentos gozan de buenas perspectivas atiende a una razón de sostenibilidad, de mantenimiento del Sistema Nacional de Salud. No es una novedad que en las políticas de austeridad de muchos países, entre ellos España, los medicamentos genéricos juegan un papel primordial como herramienta de contención del gasto. Un rol que también pueden protagonizar sin problema alguno los biosimilares. En 2011 el mercado de los fármacos biotecnológicos en España supuso un total de 2.800 millones de euros según IMS Health, siendo su venta mayoritariamente hospitalaria. En este sentido, el afán del Gobierno por alcanzar los objetivos de déficit no deja lugar a dudas. Si se puede recortar este gasto auspiciando la venta de biosimilares, todo hace indicar que así se hará.

Por último, la tercera variable que juega a favor de los biosimilares es precisamente que en Europa, al contrario de lo que sucede en otros lugares, la aprobación del fármaco se hace de forma centralizada. Es decir, que la Agencia Europea del Medicamento es quien autoriza la venta de un biosimilar en todos los países de la Unión, evitando que los costes asociados a la burocracia administrativa puedan resultar excesivamente pesados. Precisamente, iniciativas de este tipo se están comenzando a imitar en Estados Unidos donde el desarrollo de este sector es aún limitado por la presión que hacen las grandes empresas farmacéuticas.

En resumen, existe la oportunidad para que el mercado de medicamentos biosimilares pueda crecer con fuerza en los próximos años y romper con la tendencia actual.

Autor: Rodrigo Gutiérrez, redactor de Farmacia de El Economista. Artículo publicado en la edición de julio de la revista En Genérico.

 


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