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Wearables, la nueva generación de apps

E-SALUD

José Martínez Carrascosa - Periodista especializado en comunicación institucional y 2.0

La tecnología wearable (o “para llevar puesta”) permite interactuar a smartphones y otros dispositivos móviles (pulseras, smart glasses, applewatch, camisetas, cascos y un sinfín cada vez mayor de de gadgets) monitorizando diferentes indicadores biométricos de nuestra salud. La revolución en el sector de las wearables llegó de la mano de Fitbit, líder del mercado, cuyas pulseras (de las que se han vendido más de 4 millones de unidades) permiten conocer todo tipo de datos relacionados con la actividad física de sus usuarios.

Wearables, la nueva generación de apps Los dispositivos wearables experimentaron -según la consultora IDC- un crecimiento espectacular el último año: 18,1 millones de unidades vendidas. Muchos ‘tecnogurús’ indican que el uso de los sensores será la tercera revolución de las tecnologías de la información en la vida diaria: tras la eclosión de Internet y la implantación masiva de teléfonos móviles. Y uno de los ámbitos donde su aplicación ha sido vertiginosa ha sido el de la medicina y la sanidad.

Las más sencillas, que no precisan más que un móvil o tableta, permiten conocer el ritmo cardíaco (como Cardiograph) apoyando la yema del dedo en la cámara del smarhpone; el seguimiento y predicción de los períodos menstruales, la ovulación y la fertilidad (iPeriod); el estado del embarazo (Sprout), con un cronómetro para las contracciones, contador de patadas y un calculador de peso; realizar pruebas para detectar tu nivel de oído y visión (Prueba de audición y Visión Test); controlar y mejorar tu sueño nocturno (Sleep Better); calcular las calorías (Calorie Counter); los niveles de polen (PolenCheck) o el consumo de tabaco (Quit pro).

“La aplicación de las wearables ha sido vertiginosa en el ámbito de la medicina y la sanidad”   

Pero existen otras aplicaciones con mayores funcionalidades, como las Google Glass, toda una revolución de la telemedicina, ya que permiten a un cirujano transmitir una operación en un quirófano y recibir indicaciones de otros compañeros;  pulseras para detectar los niveles de insulina en diabéticos sin necesidad de pinchazos; parches y sujetadores que recogen los cambios en los tejidos celulares, algo indispensable en la prevención del cáncer de mama (Cyrcadia Health); la exposición a los rayos ultravioleta en la playa (Sun Friend); un aparato que mide la calidad del aire (Tzoa); guantes que reconocen el lenguaje y lo convierten en sonido para personas con discapacidades auditivas; cinturones que monitorizan el Parkinson; pastilleros que se adjuntan al IPhone, con alertas; tatuajes temporales invisibles que -a modo de un código de barras- registran los niveles de pacientes crónicos; un sensor que corrige la higiene postural y evita los sempiternos dolores de espalda y cuello de los que trabajan delante de un ordenador (Lumo Lift).

El portal de la comunidad online Healthia adelantaba algunas de las próximas novedades en este tipo de aplicaciones: Pillcam, una cápsula con microcámara que permite la obtención de imágenes del tubo digestivo; Emotiv Insight, un casco inalámbrico que interpreta las ondas cerebrales o una plantilla del pie con sensor, indicada para seguir los procesos de rehabilitación de lesiones.

Además de las evidentes ventajas que las wearables aportan a pacientes y médicos; otro valor añadido es su capacidad de aportar información al Big Data de las compañías farmacéuticas. Existen cada vez más estudios y trabajos de campo que incorporan los datos personalizados y el historial clínico procedentes de estas aplicaciones. Muchas compañías incluso empiezan a analizar la salud de sus trabajadores a través del Big Data que les aportan los brazaletes tipo Fitbit, con el objetivo de analizar su productividad.

En el último Congreso Nacional de Wearables y Big Data en Salud, el director general de la empresa tecnológica Zerintia, Pedro Diezma, manifestó que “en cinco años llevaremos siete wearables encima”. Aunque haya voces que se alcen contra este movimiento que nos convertirá en cyborgs o robots, es incuestionable que esta tecnología 3.0 puede mejorar la salud de los pacientes, el trabajo de los profesionales y la calidad de los productos farmacéutico.


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