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Pura resistencia. Pura evolución

LA VISITA
Beatriz García Suarez - Periodista y especialista en arte y crítica de arte por la Univ. Complutense de MadridBerlín. Mayo de 1945. El fotógrafo ucraniano Yevgueni Jaldéi captura el momento en el que un soldado del Ejército Rojo alza la bandera de la Unión Soviética sobre las ruinas del Reichstag alemán. La instantánea no tardó en convertirse en símbolo del fin de la Alemania nazi y se tomó sobre los moribundos muros del edificio neorrenacentista que Paul Wallot había diseñado en 1894 para concentrar la actividad parlamentaria durante el II Imperio alemán y la República de Weimar.

Cúpula del Parlamento de Berlín y vista exterior.

Cúpula del Parlamento de Berlín.

Años antes, en 1933, el edificio había conseguido sobrevivir a un incendio provocado que causó importantes deterioros, que se agravaron con los bombardeos de la II Guerra Mundial. Esto obligó a que en la década de los sesenta la administración alemana trazase un plan de rehabilitación, cuyos primeros trabajos se centraron en la reparación de los daños estructurales más severos y en la recuperación de los interiores del siglo XIX que habían sido ocultados bajo capas de yeso, aunque preservando algunos elementos singulares, como las pintadas de los soviéticos que aún hoy se conservan.

Estos primeros trabajos también acarrearon la demolición de la cúpula original de metal y cristal concebida por Hermann Zimmermann. El paso de la capitalidad de Bonn a Berlín y la desfiguración que vivió el edificio con la pérdida de la cúpula original provocó la segunda fase de rehabilitación que perseguía un objetivo claro: convertir al Reichstag en símbolo del proceso democrático que había vivido tras la reunificación.

Vista exterior Parlamento de Berlín

Vista exterior Parlamento de Berlín.

En 1993 el estudio de Norman Foster resultó elegido para la tarea, aunque el Gobierno alemán le obligó a rehacer su proyecto inicial, que planteaba la creación de un parasol que cubría todo el edificio. En su lugar, diseñó una nueva cúpula de acero y cristal con forma de bóveda clásica, de unos 40 metros de diámetro y 24 de altura, que se yergue sobre una columna de espejo que permite repartir la luz al piso inferior, donde se encuentra el Parlamento y que, a la postre, supondría la catapulta a la fama mundial al arquitecto británico. Además, las  plataformas helicoidales que la rodean sirven de atractivo turístico para los visitantes, que obtienen una vista panorámica de la capital alemana a medida que ascienden hasta el observatorio superior. Objetivo cumplido. El Parlamento es hoy el símbolo de una Alemania que derribó un muro y superó uno de los episodios más oscuros de la historia del viejo continente.


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